Grandes males estructurales sin solución a corto plazo

La vulnerabilidad del monte gallego al fuego no puede entenderse sin dos males estructurales que asolan el medio rural de esta autonomía: la pérdida de habitantes por el declive de las ocupaciones tradicionales del campo y la estructura minifundista de la propiedad. Ninguno de estos dos factores, que son determinantes para tener los montes más cuidados y evitar así los incendios, tienen una solución a medio plazo.

¿Cómo está repartido el monte?

En Galicia hay 700.000 personas que son propietarias forestales. Es decir, uno de cada cuatro habitantes. Muchos son dueños de microparcelas, muchas recibidas en herencias, de escaso valor. Como viven en las ciudades, se encuentran abandonadas. Son miles y miles de pequeñas fincas, muchas incluso de propietario desconocido.

¿Cuál es el resultado?

Que Galicia es una potencia forestal infrautilizada. Tiene 700.000 hectáreas deficientemente arboladas. Es decir, un tercio de su bosque es improductivo para las industrias.

¿Qué se ha hecho por reordenarlo?

Poco. O casi nada. En 1992, con el respaldo de todos los grupos, el Parlamento gallego aprobó el Plan Forestal de Galicia, que tenía una vigencia de 40 años y que recogía una inversión anual en el monte equivalente al 3 % del presupuesto autonómico. Desde entonces se ha incumplido. Y el resultado es que la comunidad, 20 años después, está igual pese a ser consciente del problema. La Xunta ha impulsado ahora una nueva Lei de Montes y ha puesto en marcha una nueva figura para atraer inversión privada que permita agrupar parcelas para explotarlas (Sofor).

¿Cuál es el reto?

Diseñar una estrategia a largo plazo que permita modificar la estructura de propiedad para lograr parcelas en las que sea rentable trabajar la madera. No hay mejor prevención contra el fuego. Canadá, Alemania o el País Vasco son ejemplo de ello.

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