El acierto de tirarse al monte
El origen del grupo maderero Villapol se remonta al año 1965 cuando el mayor de los diez hermanos, que tenía un taller de carpintería de madera, empezó a incluir en su actividad a los restantes. No parece un comienzo inusual sino llega a ser porque nada en esa familia parecía presagiar que ocho de los hermanos acabarían viviendo de lo árboles, a tenor de la ennumeración que Daniel Villapol hace de los socios. Dos de ellos eran carpinteros, uno en su Trabada natal y otro en la Argentina de la emigración, pero los restantes no podían tener profesiones más ajenas al sector: barbero, zoqueiro, agricultor, dos estudiantes y uno con la particular combinación de músico y zapatero.
Daniel, el séptimo, era uno de los estudiantes. Cursó Magisterio por libre (algo posible en aquellos tiempos) sin salir de Trabada, salvo para examinarse en Lugo en dos días de cada año lectivo. Su profesor fue al que llama el profesor por excelencia del municipio, el padre del ex conselleiro de Educación Celso Currás. Nunca llegó a ejercer más que en las prácticas. Como a gran parte de su familia (en realidad eran diez hermanos), la empresa lo absorbió y le dio otra carrera y una especialización en un sector apenas explotado en aquellos tiempos.
En 1965, con el taller ya desde hacía tiempo en marcha y parte de los hermanos ya incorporados, adquirieron un aserradero y, tres años después, cerraron el que fue el germen del negocio: el taller, para centrarse en el puro aprovechamiento forestal, así como en su nueva línea de negocio.
La familia fue incorporando, paso a paso, cada novedad de un sector, como casi todos, en el que la tecnología es imprescindible para la productividad. Daniel Villapol canta cifras que hablan por si solas: para talar un árbol con una sierra de mano se precisan dos personas y un mínimo de veinte minutos, a ese ritmo la empresa cortaba en sus inicios 300 metros cúbicos al año con tronzador, con motosierra se precisa una persona y un minuto, la capacidad anual creció a 70.000 metros cúbicos de madera cortada; con procesadora se corta en un mes 1.300 metros cúbicos al mes, en treinta días se talan cuatro veces más árboles al mes que antes en un año. Por no hablar de la diferencia entre cargar la madera a mano en bueyes, a hacerlo con grúas en carrocetas o tractor hasta llegar al autocargador.
La firma se constituyó como sociedad de ocho en 1979, aunque llevaba años funcionando como tal. En su reino, los hermanos repartieron y respetaron con minuciosidad los papeles de cada uno, única forma de mantener la paz y medrar. Una suerte de protocolo estableció desde los inicios que, por ejemplo, a Daniel le tocaba la administración; a otros, los aprovechamientos por zonas (que son y fundamentalmente siguen siendo Galicia, Asturias y Castilla León), a otros las compras, a otros las ventas... y cada uno en su especialidad tiene el voto de mejora, del que han tirado poco, pero alguna vez ha acabado por decidir alguna adquisición.
La empresa siguió la evolución natural —aumento progresivo de la superficie de aprovechamiento forestal y mejoras tecnológicas— hasta finales de los ochenta, cuando un cliente habitual del País Vasco, que habitualmente importaba maderas de América y África y pasaba por una situación financiera delicada le pide ayuda. Con esa colaboración se enciende una bombilla en la familia de Trabada y establece en el puerto de Santander un almacén de madera de importación, fundamentalmente de Brasil y Perú, para comercializar directamente o, en ocasiones, para vender laminada en la que supone la primera diversificación clave y el primer paso para la conversión en grupo.
La segunda y definitiva llegaría algo más de una década después y coincidiendo con la incorporación de la segunda generación de Villapol. La primera quería que los jóvenes se bregaran en una empresa que creciera con ellos y con ese afán de darles la oportunidad de repetir su propia historia pusieron en marcha Laminados Villapol, que hace perfiles de ventanas y otras transformaciones para carpintería o muebles. Todo con madera de eucalipto, el árbol, a juicio de Daniel Villapol, más injustamente vilipendiado de todos los aprovechables en el sector y del que una investigación de CIS Madera reveló grandes potencialidades.
Acusado de ser una especie de Atila vegetal, que arrasa por donde crece, y de un consumidor exigentísimo de ingentes reservas hídricas, el empresario de Trabada asegura que hay prados nutridos donde antes se produjeron hasta cuatro talas de eucalipto y que no precisa más agua que otros árboles de crecimiento rápido. Su madera, duradera, resistente y con la capacidad de admitir con facilidad los barnices, sólo tiene dos inconvenientes: es un poco pesada y con mucho nervio, por lo que necesita ser bien trabajada.
Atrás quedaron las épocas de desprestigio del eucalipto y hoy es una madera que se vende bien. Más del 60% de la producción de Laminados Villapol se exporta, fundamentalmente a Alemania, Francia e Italia. El país germano consume muchos de sus perfiles de ventana, no por una querencia especial a la madera de eucalipto (que también, según explica Villapol, ya que se adapta bien al clima) sino porque las ventanas están normalizadas, estandarizadas, de forma que se facilita enormemente la producción.
En España, también tienen buena acogida los productos de Laminados Villapol, que también fabrica tableros o vigas desde Trabada.
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